Por: José Antonio Quevedo

El  21 de julio de 2011, las ruedas del último Transbordador Espacial de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de los Estados Unidos (NASA), el Atlantis tocaron la pista del Centro Espacial Kennedy, a las 05:57 locales (04:57 hora de México), tras un descenso de 65 minutos desde su última órbita.

El Transbordador Espacial era un sistema de lanzamiento reutilizable, desarrollado por la NASA después del programa Apolo que llevo al hombre a la Luna, no se parecía a ninguna nave construida anteriormente, semejándose más a un avión ya que podía llegar al espacio como un cohete pero, utilizando su forma alada y aerodinámica descendería a través de la atmósfera para aterrizar en una pista, tal y como lo haría un avión comercial.

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En órbita, el transbordador espacial giraba alrededor del planeta a unos 28.000 kilómetros por hora, lo que significa que su tripulación veía un amanecer o un anochecer cada 45 minutos. Tras su despegue desde el Centro Espacial John F. Kennedy en Florida, una misión promedio del transbordador duraba entre diez días y dos semanas dependiendo del programa de experimentos científicos. También se llevaban a cabo diferentes tareas, como la reparación de satélites y la construcción, de la Estación Espacial Internacional. Cada uno de los transbordadores contaba para dichas funciones con el equipo especial necesario, entre el que destacaba un brazo manipulador exterior.

El 12 de abril de 1981, John Young y Robert Crippen dieron comienzo al programa del transbordador espacial al pilotar el primer transbordador, el Columbia  hacia el espacio y conseguir volver dos días después. Dos años después, la astronauta Sally Ride pasó a ser la primera mujer estadounidense en el espacio, como parte de la tripulación del Challenger.  La flota se integro con 4 transbordadores llamados, Columbia, Challenger, Discovery y Atlantis, a la que después se integro el Endevour como reemplazo del Challenger,  en ingles el sistema se denominaba Space Transport System o STS.  Un quinto transbordador el Enterprise, fue usado para pruebas de vuelo y planeo en la tierra y nunca llego al espacio.

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El  programa del transbordador espacial, por su gran número de misiones, se puede considerar un éxito, aunque está enmarcado por dos grandes tragedias; en 1986, el Challenger se desintegró pocos segundos después del lanzamiento, provocando la muerte de los siete miembros de la tripulación. La causa del accidente fue una junta defectuosa en el cohete impulsor.

El programa del transbordador espacial se suspendió tras este accidente, y no se lanzaron más transbordadores durante casi tres años. El programa resurgió en abril de 1990 con el éxito de la misión del Discovery. Los astronautas de este vuelo memorable colocaron el Telescopio Espacial Hubble en órbita. En 1995, el transbordador Atlantis consiguió acoplarse a la estación espacial rusa Mir, uniendo los dos grandes programas espaciales en una época de cooperación, que contrasta claramente con la carrera espacial de otros tiempos.

Los vuelos continuaron rutinariamente hasta que en febrero de 2003, la tragedia sacudió de nuevo el programa, cuando se perdió un segundo transbordador. El Columbia  se desintegró  sobre Texas reentrando a la atmosfera, a tan sólo 16 minutos de la hora de aterrizaje prevista. Los siete miembros de la tripulación fallecieron.

La destrucción del Columbia y la muerte de sus siete tripulantes demostraron que, a pesar del centenar de misiones completadas durante 22 años de servicio, el transbordador espacial seguía siendo un vehículo experimental, sumamente complejo y definitivamente riesgoso. La magnitud de la tragedia no impidió que poco tiempo después comenzaran a arreciar las primeras críticas contra el programa espacial: a la vista de muchos estadounidenses, la NASA no tenía una misión lo suficientemente definida.

Abocada desde 1998 a la construcción de la Estación Espacial Internacional (EEI) la NASA se vio obligada a suspender de inmediato los lanzamientos tripulados por un período de dos años y medio, mientras sus especialistas investigaban y solucionaban las causas que llevaron a la catástrofe. Esto ocasionó algunos roces inevitables con los socios internacionales del proyecto, particularmente con Rusia, que debió compensar la ausencia de los transbordadores con lanzamientos adicionales de sus naves Soyuz y Progress a fin de mantener mínimamente operativo el complejo orbital y asegurar el transporte de sus ocupantes desde y hacia la Tierra.

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El verdadero problema con el transbordador espacial era su diseño; fundamentalmente inseguro, ya que existían partes de la nave,  peligrosamente expuestos al fuego y a escombros. Además el transbordador no tenía capacidad de expulsión durante los dos primeros minutos del despegue, lo cual era peligroso para la tripulación. La comisión para indagar sobre el accidente del Challenger  revelo en su investigación que había varios problemas de seguridad y que además el control de misión había realizado varias decisiones erróneas que llevaron a la fatal catástrofe. Pero la comisión decidió ignorar los problemas de diseño de la nave ya que el programa solo había existido por 5 años y representaba una inversión muy grande. En vez de tener que lidiar con convencer a una nación de seguir con un programa que era inherentemente inseguro el gobierno prefirió seguir adelante con el sistema de transbordadores a pesar de sus problemas.

Una vez más se formo una comisión para investigar el accidente del transbordador Columbia, y esta vez los investigadores no le tuvieron piedad al diseño; concluyendo que el problema con el programa era que intentaba hacer demasiadas cosas al mismo tiempo con tal de satisfacer las necesidades y demandas de muchos grupos políticos a la vez. El transbordador estaba diseñado para ser reusable y así hacer varias misiones al año, todo esto con bajos costos de mantenimiento. Al final la complejidad de todas estas metas de diseño creó un producto técnicamente no realista y por lo tanto inseguro. Esta fue la razón por la cual 30 años después el proyecto se cancelo. Con el retiro del transbordador, los vuelos tripulados a la órbita baja de la tierra y a la EEI, dependieron, en su totalidad de Rusia y su nave Soyuz.

Como resultado de la crisis financiera global y el cambio de gobierno en los Estados Unidos, se decidió por parte de la administración del Presidente Obama, de reevaluar por completo el modo en que se estaba desarrollando el programa espacial tripulado de la NASA. Un comité de especialistas presidido por Norman Augustine, ex CEO de la corporación aeroespacial Lockheed Martin, evaluó durante seis meses los planes de la NASA y las alternativas disponibles, incluyendo otros sistemas de lanzamiento y posibles destinos en el sistema solar.

Los resultados finales del análisis fueron publicados en octubre de 2009 y la primera recomendación inequívoca consistió en extender la vida útil de la Estación Espacial Internacional como mínimo hasta el año 2020, para así lograr un retorno apropiado de la inversión. En enero del 2014, se anuncio que la misión de la Estación Espacial Internacional tendría una extensión de vida hasta el año 2024. La segunda propuesta del equipo liderado por Augustine fue incentivar fuertemente el desarrollo de servicios privados de lanzamiento de carga y tripulación hacia la órbita terrestre, para eliminar la dependencia estadounidense sobre las naves Soyuz.

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En la misión STS-61B que se realizo por el transbordador Atlantis del 26 de noviembre al 3 de diciembre de 1985, viajo el Dr. Rodolfo Neri Vela primer astronauta de México cuyo objetivo principal era poner en órbita tres satélites, entre ellos el Morelos B, el segundo en la historia de México Foto: NASA