Por: José Antonio Quevedo
Al cumplirse 36 años de la operación de aviones supersónicos en México, ya que los primeros interceptores Northrop F-5E/F llegaron a la Fuerza Aérea Mexicana (FAM) el 10 de agosto de 1982 cuando se recibieron los primeros dos de un total de doce, la flota se encuentra operando de tres a cinco aeronaves de acuerdo con distintos reportes extraoficiales.
Hace unas semanas se conoció que después de diversos trabajos de mantenimiento la FAM recupero la operatividad de tres aviones F-5E/F,  mismos  ya se han visto recurrentemente sobre los cielos de la base aérea de Santa Lucía, confirmando que aún existe un impulso por no dejar morir la aviación supersónica de México.
Es así que la  FAM han implementado un programa de recuperación de estas aeronaves, centrado en sus sistemas de combustible pero principalmente en los motores General Electric J85, que es la principal causa de la baja operatividad que estas aeronaves han sufrido en los últimos años, enviando seis motores a revisión y a reparación mayor, de los que ya se ha recibido uno de vuelta y se espera que los cinco restantes regresen a México en el transcurso de este año. Lo que significa la puesta a punto y recuperación de tres a cinco aviones en los siguientes meses.
Esto es importante y es una llamada de atención para no dejar morir la aviación supersónica mexicana, antes de contar con el esperado remplazo, si nos atenemos a la historia esto ya ha sucedido antes, sucedió en 1959 con los P-47D del Escuadrón 201, ya que su cambio por los T-28A Trojan represento un retroceso en fuerza militar en su momento y que se agudizo al principio del sexenio del Presidente López Mateos, con el conflicto fronterizo con Guatemala. Después en 1967, cuando ya se operaba un caza como el Vampiro MK-3, al darse de baja, las funciones de vigilancia e intercepción fueron asumidas por los T-33, que a pesar de ser una excelente aeronave, no era un interceptor era un entrenador, aunque contaba con una respetable capacidad de combate y una gran maniobrabilidad no por nada siguió operando en México hasta el 2007, aunque eso implico, no contar con una aeronave dedicada a la defensa aérea en un largo trecho que abarco de 1967 a 1982.
Si la FAM no tiene pensado la incorporación de un nuevo caza hasta 2024, entonces tiene que plantearse la reactivación total de todos los aviones F-5E disponibles ya que en el inventario no se cuenta con un avión similar. Pensar que la defensa del país recaiga en los T-6C, sería como en 1959,  un retroceso en fuerza militar.
No es que no me guste el T-6C, es mas creo que ha sido una excelente incorporación para los escuadrones tácticos y la Escuela Militar de Aplicación Aerotáctica de la Fuerza Aérea (E.M.A.AT.F.A.),  sus sistemas digitales de última  generación son importantes para adiestrar a los pilotos y mantenerlos actualizados en los nuevos sistemas, pero no es un interceptor con la potencia y capacidad del F-5E.
La velocidad, capacidad de armamento y maniobrabilidad del Tigre II, no se pueden igualar por un T-6C y si a eso sumamos a las generaciones de buenos pilotos mexicanos de F-5E y que pueden llevar al límite de sus capacidades al avión, hablamos entonces de una capacidad disuasoria que no podría ser dejada de lado ante cualquier potencial escenario.
El legado de los aviones F-5E/F mexicanos se puede ver desde distintos ángulos ya que han contribuido a la seguridad externa e interna del país, han entrenado a cuatro generaciones de pilotos y han contribuido como espina dorsal del arma de caza de la Fuerza Aérea Mexicana. Es importante continuar operando y dando mantenimiento y actualización a la flota supersónica, ya que su desactivación no será la mejor opción, por ejemplo a casi 10 años de la desactivación del Lockheed T-33  la FAM continua sin un avión similar que lo reemplace, haciendo que se acumule una pesada carga para los recursos del país.
Si vemos lo que paso en Argentina que en 2015, que desactivó sus aviones Mirage sin un plan definido de reemplazo ahora no cuenta con los medios para una defensa adecuada y está usando algunas opciones intermedias como la incorporación de cinco aviones Super Etendard, con capacidades menores a su reemplazo.
Hasta el 2018,  México no supo o no pudo aprovechar el potencial que el F-5E/F tiene como desarrollador de tecnologías como sí lo hicieron Chile o Brasil, aunque aún estamos a tiempo.  Los F-5E mexicanos no han sido empleados a fondo y sus horas de vuelo no representan todavía la mitad de su vida útil, por lo que es posible continuar con su operación por un par de años mas sin mayores complicaciones, ahora si se cuenta con una modernización general de  todas las células en un programa estructurado , se podría iniciar con una solida base de personal de mantenimiento y pilotos para el avión que lo reemplace.
El conocimiento de vuelo supersónico y operación de las generaciones de pilotos y equipos de soporte para el F-5E sigue manteniendo a la FAM  en la comunidad mundial de jets de caza a donde por definición el único camino es hacia adelante. Es entonces primordial para la FAM no olvidar que la piedra angular de toda Fuerza aérea del mundo es su núcleo de pilotos y aviones caza. México debe contar con su aviación supersónica.